Ayer acudía, a una de esas
tantas reuniones eclesiales que realizamos. Y como es propio en ellas, se llega
a un momento donde los temas a tratar, se desvirtúan por los cerros de Úbeda.
Pero fue curioso para mí, el poder comprobar como ciertos sectores eclesiales
achacaban los males de la Iglesia al Concilio Vaticano II. Lógicamente, Yo no
pude resistir mi intervención.
Días pasados leía un
artículo del salesiano D. José Miguel Núñez titulado. LOS " ERRORES "
DEL VATICANO II; y que paso a reproducir.
" Y vuelta con la burra
al trigo. Hay quien sigue empeñado en achacar al Concilio Vaticano II todos los
males que afligen a la Iglesia en este tiempo. No dudan en hablar de errores de
un Concilio Ecuménico en el que la Iglesia ha escuchado el viento del Espíritu
intentando ser dócil a sus inspiraciones para continuar, en nombre de Jesús,
con su misión en el mundo. Poner en causa el Concilio es poner en causa la
Iglesia.
Y el colmo del despropósito
es pretender que Benedicto XVI se desdiga de estos supuestos errores de un
Concilio en el que Joseph Ratzinger participó como perito conciliar y en el que
su teología, al servicio de la misma Iglesia, ha respirado en estos casi
cincuenta años. Pura estulticia.
Puede que no todos los
procesos post-conciliares hayan sido acertados. Se necesita tiempo y
perspectivas para la recepción de un Concilio. Pero de ahí a cuestionar y
oscurecer un acontecimiento de tal calibre y de tan decisiva importancia para
la Iglesia de hoy va un buen trecho. Por otra parte, todos sabemos de los
abundantes frutos que ha producido en la Iglesia este acontecimiento del
Espíritu. No querer verlos es sólo expresión de una miopía ideológica.
Le oí hace tiempo a un
teólogo explicando el proceso conciliar que la diferencia entre un médico que
utiliza el bisturí en una operación y el asesino que usa el cuchillo para matar
a su víctima es muy sutil. Ambos desgarran e hieren Pero la diferencia está en
la intención. El primero quiere salvar, el segundo apuesta por la iniquidad y
la muerte.
De igual modo, la diferencia
entre quien analiza una situación desde una perspectiva crítica y quien lo hace
desde un ángulo ideológico está en la voluntad manipuladora. Querer someter al
Concilio Vaticano II a los postulados de quienes, enquistados en sus
prejuicios, nunca aceptaron el Concilio es un despropósito. Pretender que sea
la lógica reacción después de achacarle todos los males eclesiales de nuestros
días es, simplemente, torticero. Atribuir a Benedicto XVI la voluntad de acabar
con los “errores” del Concilio es un “error” de estrategia de quienes enarbolan
la bandera de un conservadurismo con el que el Papa no comulgaría porque son,
ni más ni menos, piedras de molino ". D. Jose Miguel Nuñez Consejero
General para Europa Este de la Congregacion Salesiana ).
En el presente artículo, quisiera responder al “sacerdote” salesiano y aclarar el porqué nosotros no adherimos a la Iglesia Conciliar, y si a la Iglesia Católica, siendo por lo tanto simplemente católicos.
ResponderEliminarEl autor parte del principio de que existe un grupo (“conservador” o “tradicionalista”, no católico, según él) que achaca al Concilio la crisis que vive la Iglesia Católica. Si nosotros culpamos al Concilio, no lo hacemos partiendo de un error de interpretación. En todo caso, esa es la interpretación que en su momento hiciera Ratzinger/Benedicto XVI y antes que él Montini/Paulo VI. Fueron ellos quienes, sorprendidos al ver el caos que surgía, en vez del nuevo orden que esperaban, respondieron ante las acusaciones que lo que había era una "mala interpretación" de los textos Conciliares. Nadie como Ratzinger pudo resumir esa postura mejor que "hermenéutica de la ruptura", termino que nos podría traer a la memoria el de “hemeneutica invertida” del sacerdote veterocatólico Elias Lubvman.
Dice Nuñez, que la "Iglesia" escuchó en el concilio al Espíritu, peor nos podemos preguntar ¿Qué Espíritu era? El del error. Lo que parece ignorar Jose Miguel Nuñez es que el Vaticano II fue convocado como un Concilio Pastoral, no Dogmático, ergo, no gozó jamás de la protección del Espíritu Santo. Ignora que lo que se señala como erroneo no son los frutos del Concilio, sino la raíz misma de la reunión convocada por Roncalli/Juan XXIII y conducida por Montini/Paulo VI. Lo que está mal no es el fruto, sino el árbol. Nuestro Señor nos enseñó que el árbol se reconoce por sus frutos, y los del Concilio son evidentes: apostasía, destrucción litúrgica, caos, escándalo, abusos, un clero corrupto e ignorante, millares de almas que se condenan...
El autor utiliza para nosotros, quienes rechazamos el Concilio la expresión "miopía ideológica". La ideología es un sistema de ideas por el cual se explica y comprende el mundo. El término, en el sentido que se usa habitualmente fue acuñado por Marx (aunque ya existía) y sorprende un poco que un salesiano recurra a él como sinonimia de hermenéutica.
Nosotros no estamos enquistados en prejuicios, sino que confrontamos la letra del Concilio con la Doctrina de la Iglesia. Creemos que la Verdad es inmutable, que la misma no puede cambiar. Lo que fue verdadero ayer, no puede ser falso hoy, el error del pasado, repetido en el presente no puede ser considerado verdadero, sino que continúa siendo el mismo error.
Quienes adherimos a la Fe Católica de siempre no podemos considerar que la doctrina anticatólica, promulgada por el Vaticano II sea verdadera, porque ella contradice la fe de 2000 años, la fe que no fue producto de la "comunidad de fieles", ni del "espíritu de una época", sino que fue entregada por Nuestro Señor Jesucristo, quien prometió a sus Apóstoles que siempre estaría con ellos.
Si la Iglesia nacida con el Vaticano II niega la Fe de Cristo, entonces ya no es la Iglesia Católica, sino otra: La Sinagoga de Satanás.