Es frecuente, escuchar entre
nuestros políticos y dirigentes de otros países, que el estado de bienestar que
se ha conseguido principalmente en el transcurrir del siglo XX, no es
sostenible. Es decir, la educación, la sanidad, las pensiones, el trabajo
digno, etc.., no es sostenible.
Yo me pregunto, ¿por qué no
es sostenible? ¿Qué hemos hecho para que no sea sostenible? ¿En qué consiste la
sostenibilidad?
¿Dónde está la
sostenibilidad de un estado?
Podemos observar que todo
apunta y señala a la economía. Todo está basado en los mercados, en su
funcionamiento en la prima de riesgo, en las grandes finanzas bursátiles. Pero
independientemente de todo ello, yo creo que el sistema ha dejado de ser
sostenible por la caída moral de esta sociedad en general.
En primer lugar, por la
caída moral aunque posiblemente nunca la hayan tenido de esos grandes
codiciosos del dinero. En segundo lugar, por aquellos que se llaman
progresistas de izquierdas y que de una forma sutil han claudicado a este
devenir que se nos presentan. Digo ellos, porque se llaman como los verdaderos
defensores y reivindicadores de ese estado de bienestar.
Pero principalmente, todo
este sistema de bienestar ha dejado de ser sostenible, por la verdadera caída
moral de todos en general, que de una forma pasiva estamos dejando que este
mundo llegue posiblemente a sus más altas cuotas de deshumanización.
Podemos ver como la clase
política, anda ocupada en defenderse, ante este deterioro del bienestar y podemos
tragarnos todas las cosas que nos digan, creyéndose ellos que somos tontos.
Pero una cosa que, no deberíamos consentir es la pérdida de los valores
morales; el consentir que todo vale, que esto es así, NO. Se pueden soportar
muchas cosas, eso NO. En definitiva la INDIFERENCIA.
El Evangelio de mañana
domingo, Jesús nos interrogará hasta qué punto los cristianos pueden ser
indiferente a todas las cuestiones sociales
.
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