sábado, 12 de diciembre de 2015

EVANGELIO DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DEL 2015. TERCER DOMINGO DE ADVIENTO.

Evangelio según San Lucas 3, 10-18.

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - « ¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: - « ¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: - «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

COMENTARIO.-

Lo primero, que destaca este evangelio, es la autoridad moral que tenía Juan Bautista. A él acude la gente, los recaudadores de impuestos, los soldados romanos. Grupos humanos tan diversos, de creencias tan distintas y de formas de vida tan contrarias, todos ellos piensan que Juan les puede decir la palabra que necesitan para orientar sus vidas. Gentes tan diversas, por cultura, religión y costumbres, preguntan a quién les merece credibilidad. Porque, sin duda, veían en Juan algo previo a toda cultura, a toda religión y toda nacionalidad. ¿Qué tenía Juan Bautista ante gentes tan heterogéneas?

Juan no tenía títulos, ni cargos, ni dignidades. No tenía, por tanto, “poder” alguno. Pero tenía “autoridad”. Y gozaba de credibilidad. Juan tenía autoridad y credibilidad porque su vida coincidía con sus enseñanzas. Es lo contrario de lo que, tantas veces, ocurre con los “hombres de Iglesia”. Tienen cargos, títulos y poder, pero carecen de autoridad. Y mucha gente no se fía de ellos. Ni a la gente se le ocurre acudir a ellos cuando quieren saber lo que tienen que hacer en la vida.

Juan, además, fue un hombre humilde, que no se creía superior a nadie. La equivocación de Juan estuvo en que anunció un Mesías amenazante y justiciero. Pero sabemos que Jesús no fue así. Por eso, cuando más tarde, estando en la cárcel de Herodes, se enteró de lo que hacía Jesús, tuvo que mandar unos discípulos a preguntar si Jesús era el que tenía que venir o había que esperar a otro. La predicación de la amenaza no produce nada más que desconcierto, incluso cuando el predicador es nada menos que Juan Bautista.

Por eso, en este año de la Misericordia recién inaugurado, es urgente que las personas y comunidades que nos decimos seguidores de Jesús, abramos las puertas a la conversión al Evangelio y la misericordia de Dios revelada en Jesús de Nazaret. Necesitamos experimentar el amor compasivo del Padre para vivirlo en la acción pastoral, en el culto, en las parroquias, en la sociedad y en los márgenes de nuestro pueblo.

Feliz Domingo Día del Señor.

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