Cada día que pasa, podemos
observar como a nuestro alrededor, tenemos a las personas hecha un lío con esto
de la fe. Y como, cada día se hace más difícil la fe. Y, lógicamente el
problema viene cuando no sabemos distinguir o tener claro en “lo que se cree” y
“en quién se cree”; porque lógicamente no es lo mismo.
“Lo que se cree” es las
cuestiones referidas a la religión, dogmas, normas, mandamientos, etc.
“En quien se cree”, se
refiere a alguien. En nuestro caso a Jesús y al Dios de Jesús.
Por todo esto se debe de
comprender que, los evangelios recojan la fe como la confianza y la fidelidad
de los seguidores de Jesús. Recogen, por tanto, la actitud de aquellas personas
que veían en la forma de vida de Jesús, la forma de vida que ellos debían de
llevar también.
Posiblemente aquí puede que
radique, desde mi punto de vista los problemas que las gentes tienen hoy sobre
la fe. Y es que, hemos abandonado principalmente las experiencias evangélicas,
el estilo de vida que Jesús nos marcó; para dejarnos llevar por los dogmas y
nomas religiosas. Consecuencia de todo esto, que nos hemos quedado sordos y
mudos con el personaje del evangelio del próximo domingo.
Y algo de esto está pasando
en nuestra Iglesia en estos tiempos de crisis económica, social y religiosa. Le
falta escuchar la palabra que, Jesús pronuncio: “Effeta”, es decir “Ábrete”.
Necesitamos abrirnos al mundo y comprender al mundo, escuchar y hablar al
mundo, pero siguiendo el estilo de vida de Jesús, los evangelios. De esta
manera profundizaremos en la FE.
El próximo martes día 8,
festividad de la natividad de María, nos puede servir también, para encontrar
la ejemplaridad que comienza en María con su gran experiencia de Dios. El Dios
de María es, ante todo, un Dios misericordioso, bondadoso, cercano. No es el
Dios lejano, terrible, amenazante, que muchos israelitas tenían en sus
sentimientos religiosos; y que muchos de nuestros contemporáneos continúan
teniendo. Por eso, el evangelio de esta festividad, termina diciendo que María
le pondría a su hijo el nombre de " Enmanuel ", que significa "
Dios con Nosotros ". O sea, que en Jesús sabemos cómo es Dios y conocemos
a Dios. Por lo que tenemos que aceptar que de Dios podemos conocer y conocemos,
lo que de Él se nos reveló en la humanidad de Jesús. Por eso, decimos que Jesús
es el Hijo de Dios. Y María, es la Madre de Dios.
mm muy lindo
ResponderEliminarlo deja reflexionando a uno
:*