A los cuatro días del
comienzo de la primavera, estación que nos anuncia vida, alegría, luz, la
Iglesia celebra LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR.
La
primavera anuncia a la vida, el misterio de la Encarnación también.
La solemnidad que celebramos
hoy, es para nosotros, un verdadero encuentro marianológico sin duda alguna,
pero quizás es un mayor encuentro cristológico. Ya que, la Anunciación del
Señor, representa el acontecimiento más asombroso que ha ocurrido en la
historia de las tradiciones religiosas de la humanidad.
La Encarnación de Dios en
Jesús es el acontecimiento de la humanización de Dios en un hombre. Este es el
gran acontecimiento de nuestra religión.
Es importante tener en
cuenta que este acontecimiento es sólo recogido en el evangélico de Lucas. Esto
demuestra la elaboración teológica de los primeros cristianos desde la visión
del Jesús Resucitado, como Hijo de Dios; pues el evangelio de Marcos, que es el
primero que se escribe con mucha distancia en el tiempo con Lucas, empieza con
la predicación de Juan Bautista.
“En aquel tiempo, el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una
virgen, desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen
se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: " Alégrate,
llena de gracia, el señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Ella se
turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le
dijo: " No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás
en tu vientre y darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús. Será grande,
se llamará Hijo de Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. Y María
dijo al ángel: " ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? ". El ángel
le contestó: " El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de
Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido
un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada
hay imposible”. María contestó: " Aquí está la esclava del señor, hágase
en mí según tu palabra”.
La Encarnación de Dios en
Jesús es el acontecimiento de la humanización de Dios en un hombre. Lo cual
quiere decir que sólo la experiencia humana del judío Jesús es la que nos
revela lo que es Dios, quién es Dios y cómo es Dios. La Encarnación, por lo
tanto, no es sólo la divinización del hombre, sino ante todo la humanización de
Dios. A Dios no lo encontramos " divinizándonos”. Y menos aún "
endiosándonos”. Sólo " humanizándonos " encontramos al Dios-Padre del
que nos habla Jesús.
Hoy también la Iglesia en el
camino hacia la Pascua celebrará el próximo 25 de marzo la Jornada por la Vida,
en solemnidad de la Anunciación del Señor. Nueve meses antes del día de Navidad
se recuerda el «sí» de María, que quiso acoger de una forma gratuita y generosa
la vida de Dios, a pesar de las dificultades. Celebrar y recordar este «sí» nos
mueve a ofrecer nuestra voz a aquellos que, en el seno de sus madres, aún no
tienen voz, y a promover una cultura a favor de la vida.
Con el lema HAY MUCHA VIDA
EN CADA VIDA los cristianos somos invitados este año reconocer el regalo de la
vida, así como a transmitir una clara esperanza a los padres con dificultades
para que sepan que no están solos.
Según destacan los obispos
en una nota publicada con motivo de este día, “para Dios, todos y cada uno de
los seres humanos poseen un valor excepcional, único e irrepetible. Nuestra
vida es un don que brota del amor de Dios que reserva a todo ser humano, desde
su concepción, un lugar especial en su corazón, llamándolo a la comunión gozosa
con Él”. Para ello, explican, “nadie puede desarrollarse en plenitud en
soledad, sino viviendo en comunión recíproca con los demás”. Y defienden todas
las vidas, incluso las que presentan dificultades, toda vida es digna. Aquellos
que niegan esta realidad, continúan, muestran “la incapacidad de apreciar el
valor y la dignidad de toda vida humana, más allá de sus condicionantes, así
como una deplorable dosis de autocomplacencia, falsa seguridad y orgullo que
termina por minusvalorar o despreciar, aunque sea de modo soterrado o sutil, a
la persona débil o enferma. Los Obispos sentencian que “las personas con
discapacidad “son los campeones de la vida por su coraje, un ejemplo para todos
y un verdadero testimonio de la grandeza de su existencia”.
La defensa de la vida es
algo que nos atañe a todos. Se trata de un compromiso comunitario que “requiere
la participación social y política en vistas al bien común. Por eso, cada uno
de nosotros, las familias como sujetos de la vida social, asociaciones civiles
e instituciones debemos trabajar con audacia, constancia y creatividad para que
las leyes e instituciones civiles defiendan y promuevan el derecho a la vida
desde su concepción hasta su muerte natural, reformando o derogando aquellas
legislaciones injustas, como las actualmente vigentes, y promoviendo
iniciativas que defiendan, tutelen y promuevan el derecho a la vida de todo ser
humano como fundamento de una sociedad verdaderamente humana”, concluyen.
VIVAMOS LA VIDA. SEAMOS
FELICES, PERO AÚN ALGO MEJOR HAGAMOS FELICES A LOS QUE NOS RODEAN.
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