Desde mañana 19 de
marzo, festividad de San José, hasta el próximo domingo tendrá lugar en todas las diócesis de España, los actos del Día del Seminario, este
año bajo el lema: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER
DE MÍ?”
Se trata de una jornada que
nos invita a toda la comunidad eclesial a tomar conciencia de la necesidad de
pedir al Señor, promover y amparar las vocaciones sacerdotales con la oración,
la invitación a los jóvenes para que se animen a plantearse la vocación
sacerdotal como una opción válida.
Es frecuente escuchar voces
de gran preocupación en la jerarquía eclesial y en ciertos sectores laicales;
ante la tendencia a la baja en el número de seminaristas en los últimos años.
Calificando esta situación de la siguiente manera: "tener sacerdotes
mañana es vital para la Iglesia, una cuestión de vida o muerte, pues "nos
jugamos el futuro de la Iglesia".
Ante esta, cabe hacer dos
reflexiones. La primera, es que la Iglesia siempre existirá con sacerdote y sin
sacerdote. Pues la Iglesia es la que se forma cuando dos o más se reúnen en el
nombre de Cristo. La segunda reflexión, es desde mi punto de vista de que el
futuro de la Iglesia no está en que tengamos más o menos sacerdotes, sino
posiblemente como dice el lema de la campaña del seminario este año, en la “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER
DE MÍ?”. Y, así fue reconocido, por
el Papa Benedicto XVI en la entrevista con el periodista Peter Seewald,
recogida en el libro " Luz del Mundo " ( título del libro que al
parecer eligió Benedicto XVI ). El Papa insiste en la necesidad de «definir de
nuevo tanto la vocación de la Iglesia como su relación con la modernidad».
Afirma que la «religiosidad tiene que regenerarse de nuevo en el contexto de la
sociedad moderna para encontrar nuevas formas de expresión y comprensión».
Insiste en que «hay que preguntarse siempre qué cosas, aunque hayan sido
consideradas como esencialmente cristianas, eran en realidad sólo expresión de
una época. Debemos regresar una y otra vez al Evangelio y a las palabras de la
fe para ver qué es realmente lo esencial y qué se ha de modificar legítimamente
con el cambio de los tiempos».
En definitiva, no se trata
de modernizarse, sino de actualizarse. Por eso, este día deberíamos dedicarlo a
renovar el concepto primero de vocación y en segundo lugar dejarnos iluminar
por el Espíritu Santo, para encontrar los caminos propios de los ministerios en
la Iglesia de hoy.
En la actualidad, la
vocación se entiende como la llamada de Dios, para atender a una comunidad de
cristianos. Mientras que, durante los primeros mil años de la vida de la
Iglesia, la vocación se entendía como la llamada de la comunidad, que elegía de
entre sus miembros al que consideraba más idóneo para educar en la fe a un
grupo de cristianos. Esta manera de entender la vocación estaba tan clara entre
los cristianos, que la condición indispensable, para que el obispo admitiera a
un candidato a la ordenación para ejercer el ministerio, era no que el sujeto
se ofreciera diciendo que Dios le llamaba, sino que se resistiera a ser
ordenado, porque se consideraba indigno y sin cualidades para un servicio tan
exigente.
En definitiva, en la Iglesia
faltan curas porque las autoridades de la Iglesia han puesto unas condiciones
que no permiten otra cosa, como ya analizaremos en otra ocasión detenidamente.
Tenemos lo que la Iglesia jerárquica ha optado que tengamos. En la Iglesia no
tienen por qué faltar sacerdotes.
Por eso, esta jornada nos
debe de ayudar a ver todas las vocaciones ministeriales existentes, y a las que
van surgiendo en nuestras Iglesias, como el diaconado permanente, delegados de liturgias, (que Roma ha denominado a este tipo de oficio «celebración en
domingo en ausencia o en espera de presbítero»). Sin olvidar que estas mismas órdenes
ministeriales, deben estar abiertas a las mujeres. No debemos de olvidar que nuestros
ministerios, cambiaron en unas circunstancias sociales, pues los apóstoles
estaban casados, y los papas también tuvieron casados.
Debemos aprovechar esta
jornada también, para dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, y abrir nuestra
mente y nuestro corazón a él y, hacer una lectura más profética de nuestro
horizonte y preguntarnos:
- ¿Qué caminos está tratando
de abrir hoy Dios para encontrarse con sus hijos e hijas en esta sociedad?
- ¿ Qué llamadas está
haciendo Dios a la Iglesia de hoy para transformar nuestra manera tradicional
de pensar, vivir, celebrar y comunicar la fe, de modo que propiciemos su acción
en la sociedad moderna ?
Por eso, nuestra tarea no es
ser fieles a una figura de Iglesia y un estilo de cristianismo desarrollados en
otros tiempos y para otra cultura. Lo que nos ha de preocupar es hacer posible
hoy el nacimiento humilde de una Iglesia, capaz de actualizar en la sociedad
moderna el espíritu y el proyecto de Jesús.
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