Tanto el evangelio de Mateo
como el de Lucas ofrecen en sus dos primeros capítulos un conjunto de relatos
en torno a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús. Son conocidos
tradicionalmente como " evangelios de la infancia ". Ambos ofrecen
notables diferencias entre sí en cuanto al contenido, estructura general, redacción
literaria y centros de interés. El análisis de los procedimientos literarios
utilizados muestra que más que relatos de carácter biográfico son composiciones
cristianas elaboradas a la luz de la fe en Cristo resucitado. No fueron
redactados para informar sobre los hechos ocurridos ( probablamente se sabía
poco ), sino para proclamar la Buena Noticia de que Jesús es el mesías davídico
esperado en Israel y el Hijo de Dios nacido para salvar a la humanidad. Así
piensan especialistas como Holzmann, Benoit, Vögtle, Trilling, Rigaux,
Laurentin, Muñoz Iglesias O Brown. De ahí que la mayoría de los investigadores
sobre Jesús comiencen su estudio a partir del bautismo en el Jordán.
Jesús nació probablemente en
Nazaret. Solo en los evangelios de Mateo y Lucas se nos habla de su nacimiento
en Belén; lo hacen seguramente por razones teológicas, como cumplimiento de las
palabras de Miqueas, profeta del siglo VIII a. C., que dice así: " Y tú,
Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de
Judá, pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel " (
Miqueas 5,1 ). Por lo demás, todas las fuentes dicen que proviene de Nazaret (
Marcos 1,9; Mateo 21,11; Juan 1, 45-46; Hechos 10,38 ) y que era llamado "
Jesús, el Nazareno " o " de Nazaret " ( Marcos 1,24; 10,47;
14,67; 16,6; Lucas 4,34; 24,19 ).
Lo que pasa es que, cuando
llegan estas fiestas, se suele hablar del " belén". Y, por tanto, de
los "pastores" de Belén. Por el evangelio de Lucas sabemos que,
cuando nació Jesús, un ángel del cielo se apareció a unos pastores, "que
pasaban la noche al raso velando el rebaño". Y fueron aquellos modestos
trabajadores los primeros invitados para ir al encuentro de Jesús (Lc 2, 8-12).
El tema de los pastores suele ser utilizado por los predicadores cristianos
para ponderar lo mucho que Dios ama la pobreza y lo importante que es la
pobreza. Lo cual es una solemne tontería. Porque la pobreza es una cosa
horrible, es mala, es causa de indecibles sufrimientos, es humillante y es la
expresión más dolorosa de las desigualdades que ensucian y pudren la
convivencia social. Dios no quiere que haya pobreza. Ni puede querer que
existan los pobres. Lo que Dios quiere es que todos los humanos seamos
"iguales" en dignidad y derechos. Y, puesto que somos "diferentes"
(unos más listos que otros, o más trabajadores que otros, o más honrados que
otros...), es inevitable que se produzcan "desigualdades" sociales,
culturales, económicas. Esto supuesto, el mensaje del Evangelio, al decir que
los pastores fueron los primeros invitados para acercarse a Jesús, lo que nos
viene a decir es que, puesto que las "diferencias" provocan tantas
"desigualdades", Jesús considera que los primeros para él son los que
están más abajo en la escala de las "diferencias". Para ir así
acortando las "desigualdades". Las "desigualdades" no se
acaban por decreto. Las "desigualdades" se van aminorando en la
medida en que, quienes pueden hacerlo, se ponen de parte de los que están los
últimos, en cuanto se refiere a las "diferencias" económicas,
sociales, culturales, sanitarias y así sucesivamente. Por eso, sin duda, Jesús
dijo, tantas veces, que los primeros se pongan los últimos. Para que los
últimos vayan teniendo, también ellos, lo que tienen los primeros. Porque sólo
así, mediante hechos patentes, los derechos de los últimos se convertirán en
realidades tangibles.
Como es lógico, los que, por el motivo que sea, estamos bien situados en cuanto
se refiere a las "diferencias", nos resistimos con uñas y dientes a
que el "orden" establecido, a base de "desigualdades", se
convierta en " desorden". El "desorden" necesario para
acabar con las "desigualdades". Y es que el problema y las
resistencias para que eso suceda, no provienen sólo del egoísmo, el orgullo, la
ambición, etc. No se trata sólo de un problema moral. Ese problema moral
existe, no cabe duda. Pero tal problema se sostiene y se justifica por
argumentos y razones que nos hemos buscado los afortunados de arriba. Para
seguir arriba. Y seguir donde estamos con buena conciencia.
Como es bien sabido, los mejores educadores de la "mentalidad
burguesa" fueron los predicadores del s. XVIII en Francia. Concretamente,
los grandes educadores de la burguesía, en aquel tiempo, fueron los oradores
sagrados. Así lo demostró ampliamente el excelente y enorme estudio de Bermhard
Groethuysen, La formación de la conciencia burguesa en Francia durante el siglo
XVIII, publicado en alemán en 1927, y editado en castellano en 1943 (Fondo de
Cultura Económica). La idea de aquellos predicadores es que la "virtud"
y el "orden" son la misma cosa. Es decir, para que haya virtud tiene
que haber orden, decía el jesuita Crasset. De ahí que, para Bourdaloue, lo que
ante todo interesa mantener a toda costa es el orden social. De donde este predicador,
entre otros muchos, sacaba la conclusión: "Fue necesario que hubiera
diversas clases y, ante todo, fue inevitable que hubiera pobres, a fin de que
existieran en la sociedad humana obediencia y orden" (o. c., p. 285).
Porque, según esta forma de pensar, si todos en la sociedad quisieran ser
iguales, "¡qué trastorno no se experimentaría en el mundo, qué no vendría
a ser la sociedad humana!" (o. c., p. 282). Por lo demás, fue inevitable
que estas ideas pasaran a España, con retraso pero con fuerza. Y así, el s.
XIX, predicadores como Fray Diego José de Cádiz, sembraron con estos discursos
la semilla de la seguridad en las clases pudientes, que se sintieron
justificadas y tranquilizadas en sus conciencias por los clérigos que les
decían que Dios quiere a los ricos y a los pobres, pero a cada uno en su sitio,
para que no se perturbe el "orden" querido por el mismo Dios.
Así las cosas, ¿nos va a
extrañar que estemos viviendo lo que estamos viviendo? En consecuencia, ¿no es
verdad que los pastores de Belén tienen hoy más actualidad que la noche aquélla
en la que el ángel los llamó por primera vez a ser los primeros en acercarse a
Jesús? Por eso, mi pregunta angustiosa es ésta: ¡Dios mío! ¿qué hemos hecho con
el Evangelio? Y sobre todo, ¿qué hemos hecho con la dignidad de los seres
humanos?
Aproximación histórica de Jesús. José Antonio Pagola
Teología popular. José María Castillo.