jueves, 12 de abril de 2012

REFLEXIONES SOBRE LA SEMANA SANTA

Transcurrida la semana santa, es frecuente, escuchar voces de la jerarquía eclesial y de ciertos grupos laicales sobre la poca asistencia de los fieles a los oficios del triduo sacro y especialmente a la celebración más importante para un cristiano, que debe ser la vigilia pascual.

Lógicamente, salen a relucir los comentarios clásicos de que todo es motivado por una sociedad; que tiene un verdadero abandono de Dios, de las campañas de destrucción de lo religioso y en contra de la Iglesia por parte del gobierno, etc.... Y posiblemente, todo esto influya. Pero lo que si creo, que es incomprensible, es que en parroquias donde tenemos dos o tres hermandades de penitencia y algunas de gloria; que a la hora de realizar sus desfiles procesionales pueden congregar a unos 300 hermanos y que después ni las juntas de gobiernos de esas hermandades participan en los oficios del triduo sacro y ni decir en las celebraciones dominicales de todo el año.

Yo creo, que no estaría mal, que la Iglesia - que somos todos los bautizados en Cristo - con una gran humildad, realizará un examen de conciencia interior de ella misma. Por qué, siempre tendemos a buscar los problemas en el exterior, cuando a lo mejor pueden estar más en el interior, que en el exterior.

Pues una Iglesia formada por cristianos que se relaciona con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera abstracta, un Jesús mudo del que no se escucha nada de interés para el mundo de hoy, de un Jesús apagado que no seduce, que no llama y toca los corazones..., es una Iglesia que corre el riesgo de irse apagando, envejeciendo y olvidando.

Ante esto, sale también el clásico tema de la falta de formación religiosa en todos los niveles. Y es verdad; pero aquí también podemos caer en un grave error, y es creernos que la formación consiste en tratar de iniciar la fe o alimentarla, dando primacía a la exposición doctrinal, explicada casi siempre en claves pre-modernas.

Cuando a mi juicio, lo que debemos es de dar relevancia a la experiencia fundante que vivieron junto a Jesús los primeros discípulos, y, sobre todo, a la enseñanza de su estilo de vida. Es decir, como diría el teólogo Jose A. Págola: "poner el Evangelio, en contacto con las preguntas, miedos, sufrimientos, aspiraciones y gozo de los tiempos que nos han tocado vivir. Hemos de despedir lo que ya no evangeliza y no abre caminos al Reino de Dios, para estar más atentos a lo que nace y abre hoy con más facilidad los corazones a la Buena Noticia. "

Desde mi punto de vista, creo que debemos dedicar hoy en día más tiempo a la escucha del evangelio, a la oración y a la apertura de nuevos carismas, que nos permitan comunicar hoy la experiencia de JESÚS RESUCITADO.

No tomen, esto como una crítica; si no como un amor a la Iglesia, en la cual todos hemos encontrado nuestra fe y en la cual todos maduramos dicha fe. Es por que si ella nos da tanto, nosotros pensemos en ella, para ayudarla.

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