sábado, 8 de enero de 2011

EVANGELIO DOMINGO 9 DE ENERO. BAUTISMO DEL SEÑOR

Evangelio según San Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: "Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?" Jesús le contestó: " Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere". Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu Santo bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto".

COMENTARIO.-

Nada sabemos de la infancia y de la juventud de Jesús, hasta este acontecimiento del bautismo. Suponemos, que Jesús había sido un trabajador artesano, desconocido que vivió en una aldea llamada Nazaret. Hasta que un día, sin duda, oyó hablar de Juan Bautista, que predicaba y realizaba un bautismo de conversión, para cambiar de vida. Jesús sintió en un momento de su vida, que él necesitaba aquel bautismo, porque necesitaba un cambio de vida.

El bautismo era un baño de inmersión en el agua, no para quedar puro y limpio, sino para nacer de nuevo y encontrar un nuevo sentido a la vida, gracias al arrepentimiento y el perdón de los pecados.

Pero si analizamos, el texto evangélico bien, podremos observar que lo importante en el bautismo de Jesús no es, su inmersión en el agua, buscando el arrepentimiento predicado por Juan. Sino la salida del agua, pues en ese momento es donde Jesús acoge el Espíritu del Padre. Es apartir de este momento cuando Jesús asume el proyecto del Reino de Dios. Jesús anunciaba el Reino de Dios curando enfermos, aliviando el hambre, el dolor y haciendo felices a los demás.

Por eso, hoy debemos de reflexionar sobre cual es nuestra relación con Dios. Estamos abierto a la acogida del Espíritu de Dios, como Jesús. Asumimos el proyecto que Dios nos dejó marcado en la vida de Jesús. Oh, bien por el contrario cerramos nuestra puerta a la renovación del Espíritu, porque nos resulta más facil conservar lo que tenemos, que lo que debemos renovar.

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