Amoris Laetitia está
dedicada al amor. Basta prestar atención al subtítulo: "sobre el amor en
la familia". En la introducción, dice que los dos capítulos centrales (IV
y V) son los que están "dedicados al amor" (6). Al mismo tiempo, al
inicio del capítulo IV, después de resumir la doctrina sobre el matrimonio y la
familia, afirma con contundencia: "Todo lo dicho no basta para manifestar
el evangelio del matrimonio y de la familia si no nos detenemos especialmente a
hablar de amor"
En torno al gran tema del
amor, hay dos grandes preocupaciones del Papa con respecto al matrimonio que
atraviesan todo el documento:
1) Desarrollar una
"pedagogía del amor", que oriente a los jóvenes hacia el matrimonio.
El documento destaca la
necesidad de "presentar las razones y las motivaciones para optar por el
matrimonio y la familia" (35), de "ayudar a los jóvenes a descubrir
el valor y la riqueza del matrimonio" (205) y de "tocar las fibras
más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de
compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarles a aceptar con
entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio" (40). Pero concreta esta
propuesta como "una pedagogía del amor que no puede ignorar la
sensibilidad actual de los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente"
(211).
2) Estimular el crecimiento
del amor de los esposos.
Este segundo eje está mucho
más acentuado que el primero. El Papa remarca que "hoy, más importante que
una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los
matrimonios y así prevenir las rupturas" (307). Y pregunta con dolor:
"¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios?" (52).
Constantemente Francisco habla con gran realismo sobre los matrimonios "reales",
con todos sus límites, dificultades, imperfecciones, luchas y duros desafíos.
Muestra con crudeza que necesitan ayuda, sin dejar de agradecer que
"muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el
amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque muchas veces caigan a lo
largo del camino" (57).
Pero el asunto es que
"el amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad
como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un
crecimiento constante bajo el impulso de la gracia" (134). Nunca
"podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no
estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor
conyugal y familiar" (89).
Entonces el gran objetivo es
alentar "acciones pastorales tendientes a ayudar a los matrimonios a
crecer en el amor" (208), desarrollar "ante todo una pastoral del
vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a
superar los momentos duros" (211). Del mismo modo, "la espiritualidad
matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino"
(315).
Francisco insiste a diestra
y siniestra que "todo esto se realiza en un camino de permanente
crecimiento. Esta forma tan particular de amor que es el matrimonio, está
llamada a una constante maduración" (134). Nos recuerda que "el amor
que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la
gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más
intensos, más generosos, más tiernos, más alegres" (134).
En ese camino del amor no se
excluyen la sexualidad y el erotismo, ya que "Dios mismo creó la
sexualidad, que es un regalo maravilloso" (150) y la dimensión erótica del
amor es "don de Dios que embellece el encuentro de los esposos"
(152). Francisco asombra a muchos al decir que la unión sexual es "camino
de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos" (74). Por lo
tanto, la educación y maduración de la sexualidad conyugal "no es la
negación o destrucción del deseo sino su dilatación y su
perfeccionamiento" (149).
Invitando a los esposos a
hacer renacer el amor en cada nueva etapa, les insiste que "de ningún modo
hay que resignarse a una curva descendente, a un deterioro inevitable, a una
soportable mediocridad" (232). El amor conyugal tiene que "renacer,
reinventarse y empezar de nuevo hasta la muerte" (124).
Si no captamos y aplicamos
estos dos grandes ejes, se nos escaparán las grandes preocupaciones del Sínodo
y del Papa.
RD. José Antula.
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