sábado, 19 de octubre de 2013

EVANGELIO DOMINGO 20 DE OCTUBRE. 29ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Lucas 18, 1-8.


En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: " Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: " Hazme justicia frente a mi adversario "; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: " Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
- Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?


COMENTARIO.-


Para entender bien este pasaje evangélico de este domingo, nos tenemos que remontar al capítulo anterior Lc 17, 20-22: " A una pregunta de los fariseos sobre cuándo iba a llegar el reino de Dios, respondió Jesús: " El Reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir: " Está aquí o allí ", porque el reino de Dios ya está entre vosotros ".

Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. 

La verdad sea dicha, que si leemos detenidamente la parábola que Jesús propone. Nos puede resultar en un principio, algo absurda. Pues como un juez, que es injusto, pues no quiere hacer justicia, que no teme a Dios ni a los hombres, le va a tener miedo a una pobre viuda " vaya a acabar pegándome ", y además va a consentir que la pobre viuda lo fastidie, como es juez le mandaría que la castigasen. Lo que de este trozo podemos deducir es la insistencia, la constancia, la pesadez de la viuda en pedir la justicia. Hasta que la consiguió.

En la oración, que es la escucha de Dios, podremos ver y comprender las injusticias que nosotros los humanos hacemos. Y por esas injusticias el Reino de Dios no se crea en la tierra. 

¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor, el hambre, la miseria, las guerras, el abandono de seres humanos buscando un bienestar?.

Dios nos habla desde la justicia, somos nosotros los cristianos, los que consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debemos desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en este mundo, un reinado de justicia y fraternidad. Sólo la oración, la comunicación con Dios nos mantendrá en esperanza. 

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino gritar día y noche como dice Jesús.

La oración realmente no es una «transacción» con Dios, de yo te doy y tú me das. La oración es simplemente permitirnos expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes, como un desahogo personal, como un modo de colocar nuestras preocupaciones en el contexto de la voluntad de Dios y de consolidar nuestra búsqueda de buscar esa voluntad.

No debemos perder la fe en la oración de petición, pues en ella nos encontramos con Dios. Pero con el Dios que nos habla en el corazón.

DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

Este domingo celebramos también el DOMUND, bajo el lema FE + CARIDAD = MISIÓN.

Fe + Caridad. No es legítimo separar, y menos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. “La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (Benedicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.



= Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la evangelización. “Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio [...]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana” (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica, entre otras implicaciones sociales.

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