Si hacemos un verdadero análisis de nuestra religión en los días de hoy; podemos observar que se diferencia en su estructura, muy poco con la religión que Jesús aprendió y que luego reformó, y de la cual nació el cristianismo.
En tiempo de Jesús, la religión estaba basada en la Ley y su obligación estricta. La observancia del sábado como fidelidad plena a Dios, que incluso estaba prohibido hasta curar al moribundo. Todo controlado por los sacerdotes y fariseos. Hoy en día, tenemos una religión basada en los dogmas, derecho canónico y costumbres piadosas de rezos en templos lujosos. Y todo bajo el control también de la curia religiosa.
La consecuencia histórica de esta forma religiosa, ha sido, con frecuencia y lo es, la de anteponer las catedrales y templos, los rezos y novenas y vida sacramental de apariencia y obligaciones de derecho divino a las necesidades y sufrimiento de la gente.
Pues bien Jesús revolucionó la religión, la cambió en su raiz misma. Porque puso el centro de la religión, no en " lo sagrado " y sus observancias, sino en " lo humano " y en sus necesidades. Daba de comer al hambriento, de beber al sediento y se preocupaba de curar a los enfermos aunque fuera sábado.
Con Jesús descubrimos un nuevo concepto de Dios, que Dios es amor y no el yugo peasado de las normas, leyes y malas interpretaciones de las escrituras. Porque para Él, el ser humano estaba por encima de todo, fuera creyente o no creyente, judio o griego, esclavo o libre como recoge San Pablo.
Cristo nos enseño, que en esos que sufren y necesitan no sólo lo básico para vivir, sino el amor, la compañia y el calor humano de los demás es donde está Dios.
Por eso a Dios y a Jesús, no lo encontramos en los templos, sino fuera de ellos y en las personas que nos rodean. En definitiva en lo HUMANO.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario