domingo, 26 de julio de 2015

EVANGELIO DEL DOMINGO 26 DE JULIO 2015. 17ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. Hoy también festividad de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen. Día de los abuelos.

Evangelio según San Juan 6,1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:- « ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?». Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó:- «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:- «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo:- «Decid a la gente que se siente en el suelo.». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:- «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:- «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

COMENTARIO.-

La liturgia de este domingo nos presenta el relato, tan conocidos por todos de la multiplicación de los panes y los peces según el evangelista Juan, en lugar de evangelista Marcos que es el que estamos siguiendo en este ciclo B. Y digo esto, porque este mismo relato de la multiplicación de los panes y los peces en el evangelio de Marcos es la continuación al del domingo pasado. Recordemos que llegados los discípulos de su primera experiencia apostólica, Jesús se retira con ellos, pero cuando se dan cuenta están rodeados de personas que esperan sus palabras que les fortalezca su espíritu. Personas que no sólo pueden vivir de su alimento espiritual, sino que como humanos necesitan el alimento también material.

El acontecimiento, que nos relata este pasaje evangélico, debió de marcar una gran experiencia en los discípulos. Ya que esté acontecimiento, es recogido por todos los evangelistas.

Pero, ¿Qué es lo que marcó con, tanta importancia este acontecimiento?

Lógicamente la experiencia creada por Jesús. Una experiencia que no es la pura teoría, sino que es la práctica de lo que debe ser la comunidad cristiana.

Jesús no realizó la multiplicación de los panes y los peces de forma material. El milagro o signo de Jesús fue crear un ambiente de Fraternidad y del Compartir entre todos.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que el alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de las primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

LA FRATERNIDAD Y EL COMPARTIR SON LOS PRIMEROS PELDAÑOS PARA CONSTRUIR EL REINO DE DIOS.

HOY DÍA DE LOS ABUELOS

Coincidiendo con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen, abuelos de Jesús. Mensajeros de la Paz organiza desde hace doce años " EL DIA DE LOS ABUELOS”.

No quisieras Yo, dejar de pasar este día, sin dedicarle en esta pequeña reflexión diaria que realizó en mi blog, a esas personas que sin quererlo reconocer, han actuado de segundos padres.

Y más en estos tiempos, que por circunstancias de la dinámica social, la pareja conyugal tiene que trabajar ambos. Teniendo los abuelos que cuidar de los nietos, cambiando pañales, dando biberones, llevándolos a la guardería, después al colegio y sufriendo con sus nietos también los suspensos del bachiller y de la universidad. Y posiblemente, la reprimenda que nuestra madre, nos propinó un día, por nuestras travesuras.

Abuelos, almohada de consejos de grandes y pequeños. Sabiduría de la universidad de la vida. Experiencia de la historia y de las relaciones personales. Apóstoles de sus tiempos, testigos de Cristo ante sus hijos y nietos.

Aprovechemos esta fuente de vida que son nuestros abuelos, haciendo con ellos, lo que ellos hicieron con nosotros. Cuidemos de nuestros abuelos, de los dependientes en sus necesidades, de los que la vida les permite todavía defenderse, con nuestra compañía.

Abuelos, marco fundamental de referencia de la familia, como centro de amor y seguridad.

Mis oraciones de hoy serán para Uds. en gratitud por todo.


FELICIADES TAMBIEN A TODOS LOS JOAQUÍN Y ANA

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sábado, 25 de julio de 2015

25 DE JULIO. FESTIVIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL. EVANGELIO.

El Evangelio de la solemnidad de Santiago Apóstol.

Evangelio según San Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: " ¿Qué deseas?” Ella contestó: " Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda 2. Pero Jesús replicó: " No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? ". Contestaron: " Lo somos”. Él le dijo: " Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: " Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: él quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos”.

COMENTARIO.

Pongámonos en antecedentes. Jesús conoce muy pronto a los hijos de Zebedo, Santiago y Juan en el comienzo de su vida pública, y a su madre Salomé. Mujer que acompaña a Jesús hasta el final.

El texto evangélico, no es nada más que el reflejo de la condición humana. ! Que va a querer una madre para sus hijos ! Lógicamente lo mejor. Por eso pide a Jesús que sus dos hijos se sienten uno a la izquierda y otro a la derecha. Pero no solamente se refleja en el texto la condición maternal, si no la condición plenamente humana de ser los mejores y los primeros, los más importantes. Ya que eso nos gusta a todos, para que negar.

El problema está, cuando uno quiere ser el primero, el más grande, el más importante; pero solo para su servicio y sus intereses y el dominio de los demás. Y no ser consciente de que los dones que Dios te ha dado para ser el primero, el más grande y el más importante; es para que tú seas un servidor más en la construcción del Reino de Dios.

Por eso Jesús les dice, que serán capaces de beber su cáliz; pero que si el beber su cáliz no les lleva al compromiso de dar la vida por los demás, no sirve para nada. Por eso será el Padre el que otorgue ese sitio a cada uno, en función del servicio que tengamos a los demás y del compromiso con el Reino de Dios y no por el lugar que ocupemos en la Iglesia o en la sociedad.

El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.

Este problema ha estado siempre presente en la Iglesia. Y después del Vaticano II, sigue sin resolver. Y es que los cristianos debemos aceptar la estructura apostólica y jerárquica de la Iglesia universal, como de las Iglesias diocesanas y locales. Teniendo muy claro que, antes que cualquier estructura, está la voluntad de Jesús y por lo tanto la nuestra de reformar la religión, en el momento que está no coincide con su verdadero mensaje, recogido por la tradición de los evangelios.

La jerarquía debe de actuar como referencia de unidad en Cristo y no como referencia de poder y de sumisión del pueblo de Dios.

FELICIDADES A LOS SANTIAGOS


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viernes, 24 de julio de 2015

JESÚS NO SÓLO ENSEÑA TEORÍA, SINO QUE ENSEÑA SU PRÁCTICA

A esta altura de la crisis económica que estamos padeciendo, queda sobradamente demostrado que la causa  fundamental de ella, ha sido la codicia, la ambición, la inmoralidad, la deshonestidad y la poca vergüenza de unos pocos que ha robado todo lo que han podido, con el pleno consentimiento de las autoridades financieras, políticas y judiciales. Pagando las consecuencias de todo este desmadre ético, los de siempre, los más desprotegidos de la sociedad, los currantes, los que no tienen más poder que el de su trabajo diario que le permite el sustento suyo y de su familia.

Pues bien, esto nos viene a decir, que desde que el hombre inventó el dinero como medio de transacción de sus bienes, creó también en él, las desigualdades e injusticias económicas que tan desgracias han traído y traen en la historia humana.

Por eso, Jesús empieza en el evangelio lo deja muy claro, " Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.

Que nos quiere decir Jesús con esto. Que Dios humaniza al hombre. Dios habla al hombre a través de su conciencia, del amor, la igualdad, el compartir, la justicia, la entrega, la confianza, la comprensión; mientras que el dinero también a lo largo de la historia ha hablado a través del egoísmo, la desigualdad, la injusticia, la incomprensión, la desconfianza, en definitiva la deshumanización. Por eso, no podemos servir a Dios y al dinero.

Con esto, no quiero decir, que para vivir el cristianismo, tengamos que vivir en la pobreza, porque la pobreza no es digna del ser humano, ni Dios quiere la pobreza. Si existe la pobreza, no es por Dios; es porque nosotros, vivimos dominados más por el dinero y el olvido de los hermanos, que por el amor de Dios. Dios solo puede ser servido por aquellos que promueven la solidaridad y la fraternidad. En consecuencia, el problema no es ser rico, el problema es que los ricos y los privilegiados son llamados a compartir sus bienes con los necesitados. Pues mientras siga habiendo pobres y necesitados, toda la riqueza que la persona acumule para sí misma, sin necesidad, es "injusta", porque está privando a otros de lo que necesita.

Por eso, la larga exhortación que Jesús continúa en el evangelio a no vivir angustiados por la comida, el vestido y la casa, debemos interpretarla como una liberación del " agobio ", y no como un abandono de la propia responsabilidad de cada uno. Lo que Dios quiere es que hagamos posible dentro de la responsabilidad de cada uno, una sociedad con unas condiciones de vida en las que nadie tenga motivos razonables para sentirse agobiado por problemas de comida, vestido y casa. Esto, es ante todo, " buscar el Reino de Dios y su justicia”


En el Evangelio del domingo, veremos como Jesús nos enseña la práctica de esta teoría.

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sábado, 18 de julio de 2015

EVANGELIO DOMINGO 19 DE JULIO 2015. 16ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Marcos 6,30-34.


En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
-«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

COMENTARIO.-

Recordemos que el Evangelio del domingo pasado Jesús envió a sus discípulos a la misión de evangelizar. Jesús, cuando envío a los discípulos, no les dijo lo que tenían que decir, ni les preparó los discursos que tienen que pronunciar, sólo les dijo, cómo tenían que vivir: " No llevéis nada para el camino, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para su culpa ", y hacer: " curar a los enfermos”. De esta manera le enseño a proclamar el Reino de Dios.

Pues bien, este domingo, los discípulos han llegado de su labor apostólica a contarle a Jesús todo lo que les había pasado, Jesús entonces los invita a descansar en un lugar apartado pero cuando llegan allí fue imposible porque una gran multitud ya estaba en el lugar esperándolos. Jesús comprendió que más urgente que comer y descansar era atender a la multitud, porque andaban como ovejas sin pastor.

Como podemos ver, a lo largo de la historia, lo que toda persona desea ansiosamente es darle un sentido a su vida, sobre todo de ser feliz y para ello busca y busca hasta encontrar. Eso mismo pasó con esa multitud de personas que desesperadamente buscaban a Jesús y a sus discípulos. Esas personas vieron en Jesús y en sus discípulos un estilo de vida, una manera de comprender la vida, que también le daba sentido a la suya.

En nuestras comunidades, estamos dispuestos a dejar todo lo que creemos que es tan importante, por escuchar, acoger, enseñar a los miembros que forman parte de ella, pero que se encuentran en unos momentos de su vida desorientados, cansados, abandonados, marginados.

Igualmente, están nuestras comunidades, abiertas con actitud acogedora de escucha, diálogo, comprensión, a todos aquellos que nos buscan y llaman a nuestras puertas.

QUE EL ESTILO DE VIDA DE JESÚS, SEA TAN COHERENTE EN NOSTROS, QUE ATRAIGAMOS A LOS DEMÁS HACIA JESÚS.


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viernes, 17 de julio de 2015

JESÚS TAMBIÉN NOS INVITA AL DESCANSO

Según H. Cox, el hombre actual “ha comprado la prosperidad al precio de un vertiginoso empobrecimiento en sus elementos vitales”. Y la verdad, es que todos olvidamos el valor último de la vida como consecuencia de la gran actividad y competitividad en el mundo laborar.

El evangelio que leeremos el próximo domingo, lleva un mensaje para este tiempo de vacaciones. Jesús lleno de su gran humanismo quiere disfrutar de la presencia de sus discípulos y de su descanso.
Por eso, aprendamos también nosotros a vivir nuestro descanso, nuestras vacaciones. Vivir las vacaciones no es hacer lo que la mayoría hacen de una forma obsesionada de pasarlo bien a toda costa. Vivir las vacaciones es descansar y tener tiempo para pensar uno en si mismo, disfrutar de la presencia de los amigos, de la familia, de la convivencia de las personas que nos rodean. De compartir la fiesta, la música, el silencio, el juego y el deporte.

Vivir las vacaciones es “Gozar de Dios”, en todo lo que nos rodea.


Pero vivir las vacaciones es recoger fuerzas, para empezar nuevamente nuestra tarea evangelizadora de construir una sociedad más humana y feliz. Es decir, hacer el Reino de Dios en la tierra.

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sábado, 11 de julio de 2015

EVANGELIO DOMINGO 12 DE JULIO 2015. 15ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según San Marcos 6, 7-13.

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: - «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

COMENTARIO.-

El Evangelio de este domingo, es la continuación al del domingo pasado. Jesús fue rechazado por los suyos. Pero Él es consciente de que su mensaje es para todos, por eso decide enviar a sus discípulos. Por eso, este Evangelio, nos deja muy claro cuál debe de ser la misión de los discípulos de Jesús.

Lo que primero nos debe de llamar la atención de este texto, es que Jesús dio autoridad a los discípulos para que fueran predicando su mensaje de liberación, de igualdad y de amor, que va en contra de todo pensamiento de mal espíritu, y autoridad para llevar la esperanza y el amor de Dios a los enfermos. Jesús no dio, poder a los discípulos sobre las personas, ni mucho menos para dominar las personas. El proyecto que Jesús presenta a sus discípulos, es el proyecto de la humanización de Dios. Dios está en el hombre, que fue creado a su imagen y semejanza. Este proyecto de humanización es la construcción del Reino.

Pero lo que verdaderamente le preocupa a Jesús, como podemos comprobar en este pasaje evangélico, lo que le importa de verdad, es la forma de vivir de sus discípulos. Por eso Jesús, cuando envía a los discípulos, no le dice lo que tienen que decir, ni los discursos que tienen que pronunciar, sino lo que le dice es, cómo tienen que vivir: " No llevéis nada para el camino, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para su culpa ", y hacer: " curar a los enfermos”. De esta manera le enseño a proclamar el Reino de Dios.

Lo que menos importa aquí son los detalles. Lo que interesa es el fondo del asunto. Y es que el Evangelio no es para situaciones extremas y marginales. Es para todos y para toda la vida. De aquí que, lo importante sea pues la coherencia con lo que decimos y vivimos. Esto es lo que puede contagiar a la humanidad. Y eso es posiblemente lo que nos falte hoy a muchos seguidores de Jesús.


LA NUEVA EVANGELIZACIÓN DEBE DE IR, POR SEGUIR EL ESTILO DE VIDA DE JESÚS. LA NUEVA EVANGELIZACIÓN NOS LLAMA HA SER DISCÍPULOS COHERENTES.

viernes, 10 de julio de 2015

HISTÓRICO DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN BOLIVIA. Un texto para enmarcar.

Un extenso y rico discurso dejó el papa Francisco en el encuentro con los movimientos populares reunidos en la ciudad boliviana de Santa Cruz. Un histórico texto. Para enmarcar, leer en profundidad y asumir.

Hermanos, hermanas. Buenas tardes a todos.

Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y en mis oraciones. Me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.


Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.


Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: “Las famosas tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.


Primero de todo.


1. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general también de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:


- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?


- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?


Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.


Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?


Si esto así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.


Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia.


Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos.


Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.


El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace, ya desde hace mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema.


Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.


No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.


¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas?


Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!


2. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir.


Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar proceso y no por ocupar espacios. Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por «vivir bien». Dignamente, en ese sentido.


Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos… Todos nos conmovemos, porque «hemos visto y oído», no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.


Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas ya desde Buenos Aires y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata.


Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a «las tres T»: tierra, techo y trabajo.


Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias porque las hay, las tenemos y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro porque ni los conceptos ni las ideas se aman; se aman las personas.


La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.


Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.


Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos.


A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.


La Iglesia no puede ni debe ser ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos en todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.


Y tengamos siempre presente en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Yo rezo a la virgen tan venerada por el pueblo boliviano para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio. El cura habla largo parece ¿no? Nooo (responden todos).


3. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, no es fácil de definir.


En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a los problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.


Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:


3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.


La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad «prosperidad sin exceptuar bien alguno» (1) Esta última frase la dijo el Papa Juan XXIII hace 50 años. Jesús dice en el evangelio que aquel que le dé espontáneamente un vaso de agua cuando tiene sed será acogido en el reino de los cielos. Esto implica «las tres T» pero también acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.


Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: «vivir bien». Que no es lo mismo que ver pasar la vida.


Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de «todos los hombres y de todo el hombre». (2)


El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús. Contra la Buena Noticia que trajo Jesús.


La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.


El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por sí sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras, coyunturales. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.


Y en este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.


He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica y vi que algunos están aquí. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. ¡Y qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!


Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria.


Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de «las tres T» se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa.


3.2. La segunda tarea, eran 3, es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.


Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.


Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia» (3)


Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.


En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la «Patria Grande». Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esa unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.


A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversa fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.


Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de Aparecida cuando afirman que «las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones». Hasta aquí la cita. (4) En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.


Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de África, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en «piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco». (5)


Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común.


Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.


Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.


Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia». Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM El Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo. Al igual que San Juan Pablo II pido que la Iglesia y cito lo que dijo Él «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos» (6). Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue San Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.


Y junto a este pedido de perdón y para ser justos también quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz. Hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón y por eso pido perdón, pero allí también donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres de esos pueblos originarios. También les pido a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz; No me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente van a los barrios pobres llevando un mensaje de paz y dignidad, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio.


La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero. Hoy vemos con espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que estamos viviendo, hay una especie de -fuerzo la palabra- genocidio en marcha que debe cesar.


A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme transmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas la pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.


3. 3. Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.


La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación.


Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me he expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’ que creo que les será dada al finalizar. Tengo dos páginas y media en esta cita, pero (como resumen basta (verificar y falta)


4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.


Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, y una cosa importante la esperanza que no defrauda, gracias.


Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.


________________________


(1) Juan XXIII, Carta enc. Mater et Magistra (15 mayo 1961), 3: AAS 53 (1961), 402.


(2) Pablo VI, Carta enc. Popolorum progressio, n. 14.


(3) Pontificio Consejo «Justicia y Paz», Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 157.


(4) V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (2007), Documento Conclusivo, Aparecida, 66


(5) Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 52: AAS 88 (1996), 32-33; Id., Cart enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 22: AAS 80 (1988), 539.


(6) Juan Pablo II, Bula Incarnationis mysterium, 11.

sábado, 4 de julio de 2015

EVANGELIO DOMINGO 5 DE JULIO 2015. 14ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

Evangelio según san Marcos 6, 1-6.

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: - « ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso.

Jesús les decía: - «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

COMENTARIO.-

Los tres evangelios sinópticos (Mt 13, 53-58; Lc 4, 16-30; Mc 6, 1-6), recuerdan esta experiencia. Lógicamente, tuvo que ser una experiencia muy amarga, tanto para Jesús como para sus discípulos, cuando dicho acontecimiento es recogido por los tres evangelistas.

Y es que el evangelista Marcos deja muy claro, que ha Jesús no le duele que lo desprecien los dirigentes religiosos, sino que lo desprecien los suyos, los que lo vieron jugar, crecer y comer con él. Esto fue una experiencia tan dolorosa para Jesús, que los suyos, los cercanos a Él, lo despreciaran,  que bloqueo todo su ser, ya que según nos dice el evangelista: “No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”.

Yo, me pregunto al leer este texto: ¿Cuál fue la experiencia que el evangelista vivió y quiso dejar reflejada? Marcos, quiso dejar claro a las sucesivas comunidades cristianas, que Jesús puede ser rechazado precisamente por aquellos que se creen que lo conocen bien, pues están todo el día en el templo y en sus menesteres religiosos.

¿Es Jesús rechazado por nuestras comunidades?, ¿Existe una verdadera acogida al proyecto de Jesús en nuestras comunidades? ¿Existe en nuestras comunidades un espíritu profético al mensaje de Jesús? ¿Están nuestras comunidades abiertas a realizar el proyecto de Jesús en función de los signos de los tiempos? ¿Acogen nuestras comunidades a los que con su labor profética van llevando el proyecto de Jesús?


SE PROFETA DE JESÚS, NO APAGUES SU ESPÍRITU.